martes, 4 de junio de 2019

Procesionaria del pino

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Gusta especialmente de la hoja del pino, del cedro y del abeto y habita en los pinares de toda Europa, siendo su principal defoliador, es decir: provoca la caída de las hojas; pero no se considera una amenaza para los bosques, aun cuando su población fuera muy abundante.

Lo peligroso de estas larvas son sus pelillos urticantes, que les sirven de defensa contra sus depredadores. Tienen un diseño muy curioso que les permite, con la misma facilidad, tanto desprenderse como mantenerse clavados. Cada individuo puede portar hasta mil de estos pelos, siendo sus nidos, sobre todo los caídos, los que diseminan estos cilios por la acción del viento, quedando en suspensión en el aire. Tener contacto con ellos o inhalarlos causa irritación en la piel y en el sistema respiratorio. No provocan reacciones alérgicas, sino tóxicas: estos pelillos, al romperse, liberan Thaumatopina (una toxina de efectos muy similares a los de las ortigas). Al contacto con este tóxico, el cuerpo, al igual que en los casos de alergia, libera histamina. Cualquier persona, pues, será sensible al tóxico, y en caso de sobreexposición o padecer una alergia específica, sería posible sufrir una grave reacción. 

 

Más perjudicial resulta para nuestras mascotas, que en su afán exploratorio suelen entrar en contacto con estos pelos fácilmente. En caso de lamer las orugas podrían provocarse necrosis en hocico o lengua, y si son ingeridas, directamente la muerte por asfixia. Tras el contacto con la toxina, lo inmediato es aplicar agua caliente, ya que la Thaumatopina es termolábil: la acción del calor la altera. Eso sí: sin frotar la zona, ya que podríamos romper los pelillos clavados y se liberaría más toxina.

Es en primavera cuando vemos desfilar estas hileras de orugas al ser la época en la que bajan de los árboles para enterrarse y transformarse en mariposa. Además de ser una especie muy social, caminar en fila les ayuda a proteger sus cabezas, alimento de muchas aves (porque es donde no tienen pelos urticantes, y las aves lo saben). Cuando llegan a su destino o se altera su trayecto, se enrollan entre ellas por el mismo motivo: para protegerse.


Podéis consultar más datos de este bicho en Wikipedia, pulsando aquí.

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