Porte:
Altura: aunque no suele crecer mucho en altura (suele habitar en zonas de alta radiación solar), puede alcanzar los 20.
Copa: voluminosa, densa y redondeada. Ello proyecta sombra al tronco y la tierra, para rebajar la temperatura de la base en verano.
Tronco: fuerte, grueso y oscuro.
Corteza: muy oscura y resquebrajada. Usada como astringente en la medicina tradicional. Los tallos son lisos, de color verde grisáceo.
Ramas: ramifica a poca altura, con formas abiertas, entre erguidas y horizontales.
Hojas: persistentes (permanecen verdes todo el año), de disposición alterna (una sola hoja por nudo, y en sentido opuesto a la anterior). Se mantienen en el árbol entre 2 y 4 años. De forma elíptica o redondeada y pequeñas (para evitar la transpiración y conservar la mayor cantidad de agua posible). El contorno puede ser espinoso (propio de hojas jóvenes y de ramas bajas), típico de las especies que habitan en climas más cálidos.
Haz: verde oscuro.
Envés: cubierto de un denso tomento (pelillos suaves a modo de fieltro), de color blanquecino.
Frutos: la bellota, que madura entre octubre y noviembre. Tiene una variedad amarga y otra dulce (comestible en crudo o asado), con la que antiguamente se elaboraba una harina que servía de base para un nutritivo pan. También se elabora licor. El fruto de la encina es fundamental para el sector porcino: los mejores jamones proceden de los cerdos que comen sólo bellota.
Árbol longevo (alcanza los 600 años), de lento crecimiento y gran capacidad de adaptación. Puede con duras heladas o con las más altas temperaturas. Apenas pide agua, aunque sobrevive a las inundaciones. Su madera es tan resistente que se usa en vigas, ruedas de carro o herramientas. También muy apreciada como leña y para fabricar carbón vegetal.
Silenciosamente nos acompañará a lo largo de la vía de la plata.
Más información de esta especie, en Wikipedia, pulsando aquí.
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