martes, 2 de abril de 2019

Albergue de Fuenterroble de Salvatierra

Este pequeño pueblo salmantino, que dista seis kilómetros de Guijuelo, quizá hubiera tenido escasa relevancia (más allá del avituallamiento mínimo para el caminante), de no ser por la encomiable labor del Padre Blas. Bajo el pretexto de un albergue para los peregrinos que recorren la Vía de la Plata, se presenta una casa de acogida, única. Quizá sea al revés. Originalmente fue casa parroquial, ya en ruinas. Sirviéndose de manos voluntarias, rehabilitó el lugar, que fue ampliándose a lo largo de los años hasta convertirse en el maravilloso hogar que es hoy: parada obligatoria para el peregrino, y mágico lugar que invita a un regreso asegurado.



Como casa de acogida, no sólo el peregrino, pues, llega aquí en busca de descanso, calor y renovación. También llaman a esta puerta (siempre abierta) gentes que viven momentos difíciles o carencias de todo tipo. Otros sólo buscan conversación, orientación espiritual o un plato de comida.




En su mesa, hay sitio para todos. Incluidos nosotros, que pasamos algo más de dos semanas colaborando como voluntarios en las distintas tareas necesarias para mantener el lugar: recibir al caminante, preparar comidas, limpiar las estancias, habilitar nuevos espacios... Unidos como familia al resto de colaboradores que, por gusto o necesidad, diariamente habitan cada rincón de la casa. 




Es fácil acomodarse aquí. Las mentes inquietas tienen medios a su disposición para desarrollar proyectos de todo tipo: madera, metal, pintura, vidrio... Hay espacio, material, herramientas apropiadas... y una sensación de sana libertad que hace olvidar tu origen muy fácilmente: ¿acaso hemos estado aquí desde siempre?



En Internet puede encontrarse abundante información sobre este albergue. Quisiera destacar un pequeño reportaje en el boletín "La Iglesia en el Camino", en su número de diciembre de 2015.
Puede leerse aquí.

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